La última ronda

Todo está cerca de concluir cuando el reloj se pone en marcha por última vez en el torneo. Cuando llega la última ronda nada parece igual que en las partidas anteriores. La última ronda de un torneo suele estar acentuada con situaciones peculiares. Si uno está realizando un buen torneo no quiere estropearlo por una mala partida final. Si el torneo está siendo un desastre uno puede sentir que está ante la última oportunidad de enderezarlo, o sencillamente tiene ganas de terminar con esa pesadilla, volver a casa, y pensar, en todo caso, en el siguiente.
Muchas veces nos equivocamos pensando que debemos de jugar de una manera especial por tratarse de la última ronda, muchas veces nos dejamos llevar por la presión, por los nervios, por la responsabilidad, especialmente cuando tenemos posibilidades de realizar una bueba actuación.
Hace poco uno de mis alumnos dependía de sí mismo para proclamarse campeón de España de su categoría. En la última ronda se enfrentaba al jugador que lideraba la clasificación, sólo con medio punto más que él. Tras pocas jugadas firmó el empate, en una posición más o menos igualada, tal vez ligeramente mejor para él. Se aseguró el segundo puesto, pero dejó de luchar por el primero. No tomó la mejor decisión. Uno está en la obligación moral de luchar por ganar un torneo siempre que sea matemáticamente posible, y una decisión como la de empatar sin seguir luchando sólo estaría justificada en una posición muy inferior.
Hace unos días, en el Campeonato de España femenino una fuerte jugadora de mi ciudad lideraba el torneo al llegar a la última ronda. Con tablas se aseguraba el campeonato. Ella suele buscar posiciones agudas, parece gustarle mantener la iniciativa y tener posibilidades de ataque. Me dio la impresión, al ver la partida, de que pensaba en conseguir unas tablas desde la primera jugada. Con blancas entró en una variante en la que cambiaba muy temprano las damas. No creo que fuera una buena decisión, teniendo en cuenta su estilo. Cuando se juega pensando en conseguir las tablas es muy probable que se acabe perdiendo, y eso fue lo que sucedió.
A veces sería mejor jugar la última ronda de un torneo pensando que es la penúltima.
Muchas veces nos equivocamos pensando que debemos de jugar de una manera especial por tratarse de la última ronda, muchas veces nos dejamos llevar por la presión, por los nervios, por la responsabilidad, especialmente cuando tenemos posibilidades de realizar una bueba actuación.
Hace poco uno de mis alumnos dependía de sí mismo para proclamarse campeón de España de su categoría. En la última ronda se enfrentaba al jugador que lideraba la clasificación, sólo con medio punto más que él. Tras pocas jugadas firmó el empate, en una posición más o menos igualada, tal vez ligeramente mejor para él. Se aseguró el segundo puesto, pero dejó de luchar por el primero. No tomó la mejor decisión. Uno está en la obligación moral de luchar por ganar un torneo siempre que sea matemáticamente posible, y una decisión como la de empatar sin seguir luchando sólo estaría justificada en una posición muy inferior.
Hace unos días, en el Campeonato de España femenino una fuerte jugadora de mi ciudad lideraba el torneo al llegar a la última ronda. Con tablas se aseguraba el campeonato. Ella suele buscar posiciones agudas, parece gustarle mantener la iniciativa y tener posibilidades de ataque. Me dio la impresión, al ver la partida, de que pensaba en conseguir unas tablas desde la primera jugada. Con blancas entró en una variante en la que cambiaba muy temprano las damas. No creo que fuera una buena decisión, teniendo en cuenta su estilo. Cuando se juega pensando en conseguir las tablas es muy probable que se acabe perdiendo, y eso fue lo que sucedió.
A veces sería mejor jugar la última ronda de un torneo pensando que es la penúltima.
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